Nació
en San diego de Núñez, al igual que otros distinguidos pinareños que ha
representado su tierra con honor e
hidalguía, tales como Cirilo Villaverde, por solo mencionar uno más.
Su
padres fueron José Antonio Herrera y Francisca Montero y vio la luz en su propio hogar, el 7 de
septiembre de 1846.
Más
que ilustrado, fue conocedor de la naturaleza, del entorno y de los caracteres
humanos que lo moldearon y prepararon para la vida, en diferentes tareas del
campo y ayudando a su padre, montero de experiencia, se labró el porvenir de
joven, que en primeras nupcias se casa
con Lutgarda Torres, yendo a vivir a La Palma , donde constituyo hogar propio y donde
encontraría, en lasos fraternales la
guía espiritual que lo enriqueciera durante toda la vida.
Veintitrés
años tenia, cuando envuelto con otros vecinos y familiares en los
acontecimientos políticos de la guerra contra España, se ve obligado a salir de cuba. Emigró, como tantos otros a Cayo Hueso y de manera inmediata tomó
participación en todas las reuniones y actos patrióticos que allí se
desarrollaban; y en los cuales era un entusiasta colaborador y se incorporaba a
toda acción encaminada a favor de la isla amada.
Su palabra
fácil y llana, de guajiro natural que adquiere la sabiduría de la nobleza del
campo, su entusiasmo contagioso y su concepción de fraternidad, pulida y aumentada con sus
hermanos masones, con quienes hizo contacto enseguida, pronto le ganaron, a pesar
de su juventud, la admiración y el cariño de
toda la emigración cubana en Cayo Hueso.
Martí
recuerda cuando Aguilera, el fundador del liceo San Carlo en Cayo Hueso, le dijo a Martín Herrera: ¨Te lego lo que
tengo, Martín; te lego el Liceo San Carlos¨,
la juventud y el entusiasmo, además de la firme convicción y el espíritu
de la fraternidad, convirtieron pronto a
Martín Herrera en el alma del patriótico
Club San Carlos y de otras
organizaciones independentistas con las que colaboró sin descanso para su
engrandecimiento.
En especial, se destacó en la recaudación de fondos para la causa
independentista. Y no se trataba de que haya alcanzado resultados económicos
que lo convirtiera en un comerciante enriquecido; en realidad era un luchador
incansable, un trabajador de mucho espíritu que se desempeño con ahínco en
numerosa labores, tales como, cafés, fondas, barberías, bodega , carnicería,
tienda mixta y hotel, como empleado primera y administrador después; y en 1884 ya aparece, en unión de otros cuatro comerciantes,
entregando 5000 pesos oro para el plan Gómez-Maceo, el cual organizaba la
revolución para venir a librar a cuba.
En
su hotel, y antes en sus establecimientos todos, cada cubano recién llegado, tenia crédito o
albergue. Jamás pensó en su provecho, ni disfrutó de beneficio alguno, su siempre menguada bolsa estuvo
constantemente a disposición de la patria. Martí incluso lo ayudará, para que
su hijo Francisco Herrera (fruto de su segundo matrimonio con Abelina Valdés)
tuviera escuela y le compra la cuchilla que quería. A esa altura Martín Herrera
se había casado por última vez, América León criaría las dos pequeñas hijas del
matrimonio anterior, con Clotilde Valladares, pero no al mayor, a Francisco, el
cual debería ir a escuela como interno y Martí intercede para que sea el
colegio de Tomás Estrada Palma.
En
carta que aparece fechada el 9 de marzo de 1893 Martí le dice a Martín que no
olvida su servicio prestado a la patria. Le recuerda cuando le hoyo hablar por
primera vez en el Club San
Carlos.
Le devuelve –dice- fondos que opina debe mantener el club en su poder; y pasa a hablarle de su hijo: ¨Pancho ya
tiene su cuchilla... ha engordado y echado color y espaldas y se le ha afinado la fisonomía... es atento,
tierno y pundonoroso... trabajemos para la dignidad y el bienestar de todos los
hombres...¨ y saluda a su América y a sus hijas.
Fue
Martín, como queda expresado, cofundador del Partido Revolucionario cubano y
por su cercanía a Martí y por su
grandeza de alma, fue querido y admirado
por él.
Además
de lo ya dicho, puede leerse como Martí se refiere a él en varias oportunidades
en sus artículos de ¨Patria¨, por ejemplo, en la edición del 1 de abril de
1893: ¨largo rato estuvo en la tribuna Martín Herrara... y el aplauso fue continuo...
incluso antes de poder hablar ¨; o en
cartas breves como las del 12 de septiembre,
o la de julio de 1892, incorrectamente fechada en 1894, o la que le
escribe disculpándose porque no puede ir a verlo ese día de 1894.
Quizás
ese respeto de Martí por Martín Herrera
queda mejor plasmado cuando comenta en
el periódico ¨Patria¨ desde Nueva York, el
monumento que en homenaje a Francisco Lamadriz, inaugura el pinareño en
el cayo. Dice Martí:
¨...
Un hombre que, de su arranque sencillo
de alto puesto en que le tiene la
gratitud de sus conciudadanos, es tipo vivo
de la época de amalgama y
justicia que prepara, en el ejercicio
completo y franco de los derechos
humanos, y en el ajuste natural de los elementos diversos, la victoria durable de nuestra revolución. Martín herrera
mueve con el suyo el corazón del cayo: él le alzó al cubano de todos los colores la escuela de San Carlos, y él la mantiene;
él va de casa en casa, sacudiendo las
conciencias; él preside, desde su carro de trabajar; él ama la libertad, y amasa, con sus manos populares, las virtudes
que han de impedirle el extravío. El, hijo de la emigración libre, cubano nuevo de la patria errante, que trajeron los héroes al mundo, debía ser el que del corazón impetuoso y del patriotismo que espera en pie, levantara el sagrado
monumento¨.
Termina
la guerra de independencia, truncada por la intervención y posterior
ocupación norteamericana, Martín Herrera
regresó a Cuba sin más fortuna que su corazón
y su entusiasmo de siempre,
aunque ya con más de 55 años , su esposa América León y sus hijas Pocahontas y Pensilvania. La
primera casaría en esta ciudad y su hija, nieta de Martín, América Libertad,
viviría un tiempo en la calle Máximo
Gómez. Martín desempeñaría una plaza de maestro primario primero, luego
trabajaría en la Oficina
de Correos, cargo durante el cual sería
electo como Concejal del Ayuntamiento
Pinareño, para posteriormente, mudarase a San Juan y
Martínez, a una propiedad familiar
que ensanchó con otra finca vecina
que compró y donde pasó sus últimos años sólo en compañía de su amante
esposa América León.
La
noble señora, viuda desde el infausto año de 1922 vistió de luto honorable por su memoria e hizo de sus casa un santuario de
recuerdos y de patriotismo a donde iban los niños de la escuela vecina, en cada fecha patria
significativa, para llevar flores ”al sillón en que se sentó Martí” a escuchar
a la dulce dama hablarles sobre
la amistad entrañable que existió entre
su difunto esposo y el Apóstol de Cuba.
El busto erigido en el parque sanjuanero, la
foto que en el principal lugar exhibe la Logia Solano Ramos y
el nombre suyo denominando la
Logia de La Palma, son testimonios, entre otros, de cuan hondo caló entre
nosotros la vida de este ilustre pinareño.
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